jueves, 22 de mayo de 2008

Una laguna para Sara


Miranda ha salido con sus amigas. Sara, su hermana se ha quedado en la habitación, también a quedado allí uno de sus celulares.
Sara no sabe por donde empezara a husmear. Lo hace siempre que Miranda sale. Es su pasatiempo favorito. Claro, Miranda no lo sabe, pues Sara siempre deja las cosas tal y como las encuentra.
El móvil timbra, Sara lo mira y por el tono, sabe que es un mensaje. La curiosidad hace que tome el celular, lo contemple unos segundos, mientras decide si lee o no.
La sorpresa es tan grande que su cara se torna roja. No puede creer que su “hermanita” reciba ese tipo de mensajes. Quiere dejar de leer, pero ante la explicites de lo narrado no puede; como tampoco puede evitar que su fluido sanguíneo aumente y eso la asusta.
El mensaje describe una parte del cuerpo de Miranda al milímetro y la glorifica en aromas texturas y sabores, Sara no deja de leer una y otra vez el mensaje. Le gustaría que fuese para ella y que su pareja en algún momento le hubiese dicho algo parecido.
Lo borro… o no lo borro, se pregunta una y otra vez, sin saber que hacer. Si no lo borra, su hermana sabrá que ella lee sus mensajes y eso será peor, pues ambas estarían avergonzadas, así que decide borrarlo, pero antes vuelve a leerlo y mientras lo hace, juega con los músculos de su bajo vientre. Su imaginación fluye.
Minutos después, deja el móvil en el mismo lugar y en la misma posición, y se retira.
Al día siguiente, Sara ingresa en la habitación de Miranda. Quiere saber si el mensaje era un error o si realmente era para su hermana. La curiosidad o las hormonas la impulsan a ello.
Aun dormida en posición fetal, cubierta por una vaporosa sabana y con el rostro cubierto por una maraña de pelos, Miranda siente que la zarandean suavemente. Habré un ojo con las justas y trata de ver quien interrumpe su sueño.
- ¡como jodes! Le grita sin ganas y vuelve a acurrucarse.
Sara no desiste hasta verla sentada al borde de la cama. Aun adormilada, Miranda se saca las legañas y se limpia en el polo de su hermana, acto seguido suelta una carcajada.
- ! Que cochina! Protesta Sara.
Sin enojarse, y mientras le toma el cabello para peinarlo, pregunta como le fue en la noche, Miranda, le dice que muy bien, que se bacilo hasta las tres de la mañana y que por eso no es justo que este despierta a esa hora.
- … no seas haragana, ya es un cuarto para la una y tenemos que salir a comer. Hace una pausa y sin darle importancia agrega.
- …Antes que lo olvide. Ayer te llego un mensaje a ese teléfono. Señala el móvil que esta en el mismo lugar y en la misma posición que lo dejo su hermana.
Miranda la mira con desconfianza.
- ¿Seguro ya lo leíste?
Sara no responde, por lo que Miranda asume que efectivamente su querida hermana ha leído el bendito mensaje.
- ¿y que decía?
Sara se ruboriza, pero no deja de peinarla.
- Hablaba de tonterías… así que lo borre.
Miranda se sobresalta, sabe a que llama “tonterías” su hermana y también sabe quien puede escribirle esas “tonterías” que tanto le gustan.
- ¿Pero no recuerdas que decía, o de que hablaba? Miranda, sabe que su hermana jamás repetiría esas palabras que, sólo “El Cuarentón” sabe escribirle.
- No. Pero… ¿no conoces este número? Indaga, mostrándole un Post it amarillo, en el que a registrado el numero.
Miranda lo mira y cínicamente le dice.
- ¡no!,
- ¿Estas segura?
- ¡Totalmente manita!
Sara, dobla el papelito, lo guarda en el bolsillo posterior de su pantalón y se retira sonriente, meneando su enorme trasero. Miranda, le envidia sanamente, esa parte de su cuerpo.
- Te espero abajo. Le dice antes de cerrar la puerta
Miranda, se deja caer boca abajo, con los brazos extendidos como si intentara abrazar su colchón y en esa cómoda posición agradece infinitamente no haber grabado ese número en la agenda de su celular.