jueves, 25 de septiembre de 2008

INTIMA VANIDAD

Sobre la cama de Cristi, hay cuatro calzones. Los más sexis que tiene. Coge uno negro de encaje, con muchas victorias en su haber, pero que le valieron algunos rasguños; así que lo tira sobre los otros que ya desecho. Allí, debe haber por lo menos una docena.
Mira el de color blanco, pretina a la cadera y conejo de Playboy, bordado delicadamente en el mismo tono y lo desecha en el acto.
Nunca en su vida se había sentido tan insegura, al momento de escoger la ropa interior que llevara a una cita.
Modela el rojo frente al espejo que su madre le regalo, al cumplir 18 años. Se siente sexi. Gira despacio, como para no perder un detalle de cómo le queda el bendito calzón, arquea la cintura y sonríe orgullosa de su trasero; pero no lo aprueba para esa cita. Al parecer, piensa que la puede ver como una putita. La tanguita queda sobre el piso.
Toma el celeste turquesa, gira como una loca frente al espejo y le parece bien. Adelante cubre lo esencial y por atrás deja que sus nalgas se luzcan en todo su esplendor. Coge la ropa que separo antes de bañarse: una mini de jeans y un polo de tiritas. Ambos, muy juveniles.
Mira su reloj, un viejo despertador, que descansa sobre su velador derecho. Se viste tan rápido como puede. Se para frente al espejo y se maquilla hasta quedar satisfecha.
Escoge uno de sus perfumes y se aplica detrás de las orejas, en el cuello, en las muñecas, ligeramente entre los senos.
Fantasea un poco y sonríe maliciosa.
Se sienta al borde de la cama e intenta subirse la falda, pero le queda demasiado entallada; así que no puede. Se echa, se sume un poco para desabotonar con facilidad y se la quita. Apurada, Jalonea su calzón hasta hacerlo pasar sus caderas, luego lo desliza por sus muslos; Patalea un poco para ayudarse y finalmente logra liberar la pierna izquierda. Hecho un rollo, la tanguita queda en el pie derecho.
Coge el perfume, separa las piernas, inclina la cabeza y trata de observar su coqueta intimidad, más allá de lo que usualmente ve, pero no puede.
Cambia de posición.
Al través y frente al espejo, vuelve a separar las piernas, dobla las rodillas y las deja descansar ¡En el espejo la ve al detalle! Satisfecha, rocía un chorro más que generoso de perfume. Su intimidad se cubre de una densa neblina. Su lacio bello púbico en forma de corazón (tierna forma que le dio la naturaleza sin ayuda de la torturante depilación), queda cubierto de rocío y algunas gotas discurren hasta irrigar lugares vedados a su aroma. Cristi suelta el perfume y se cubre la boca desesperada, pues siente como si la mordieran con alfileres. Maldice su ocurrencia, y sale disparada hacia el baño.
El agua toca su enfebrecida piel, Cristi, se muerde los labios para no gritar, pero un “puta madre” adolorido, escapa de su boca.