sábado, 29 de agosto de 2009

PASAJERO X

La calle sobre poblada de vehículos luce enferma. Los transeúntes se arremolinan en el crucero peatonal esquivando a un tico, cuyo conductor piensa que las líneas blancas pintadas sobre el asfalto es un lugar marcado para aparcar taxis.

¿Porque todos los días tengo que encontrar idiotas manejando vehículos? ¿Cómo obtuvieron sus brevetes? Quienes otorgan estos documentos ¿son retrasados? o ¿hay alguna otra forma de conseguir una licencia de conducir? Esa forma será: C O I M A… Yo creo que muchos la obtuvieron así.

La luz verde se enciende y los vehículos parten como en carrera. Espero otra luz roja y cruzo. Camino varias cuadras pensando por que tanto desorden en un país que una vez fue un imperio, el más grande de América y donde se desarrolló una de las seis culturas más grandes del mundo y por historia se conoce su gran orden. Entonces, si descendemos de antepasados amantes del orden como ¡mierda! llegamos al caos que hoy nos gobierna.

Abordo un colectivo viejo y destartalado que ya debe tener por lo menos unos 30 años, interiormente la desnudes es absoluta: fierros y latas. Tan pronto completa su C A R G A (eso somos para la mayoría de choferes de servicio público), el viejo “lanchón” se pone en marcha.

Un pedazo de lona amarrado a una tuerca hace las veces de cinturón de seguridad. Dudo de su efectividad pero decido cruzármelo, pero ¡oh sorpresa! No hay donde engancharlo. Me muerdo la lengua para no reclamarle al chofer, pues se que no será de una manera amable. Suelto la lona y me acomodo sintiendo como la cólera invade mi cuerpo.

Unas cuadras más adelante el chofer me pide simule usar el cinturón de seguridad, pues ha divisado una pareja de policías. Como si fuera un manso cordero acato su pedido. ¡Me siento como un idiota!, pues sé que estoy apañando a un sujeto irresponsable, que merece una multa para ver si aprende… pero lo que pienso no lo ejecuto, porque en el fondo siento pena del anciano conductor y sospecho que ya le deben quedar pocos años para seguir jodiendo el tránsito.

Estoy atragantado de rabia, desearía que mi viaje llegara a su fin ¡ya! pero aún quedan unos cuantos minutos más de “paseo” en el viejo colectivo; unas cuadras más para seguir despreciando la maldita manía del desorden y el incumplimiento a los reglamentos. Creer que por eso somos muy listos es penoso, peor aún, es tratar a toda consta de encontrar un P E R O para todo lo que no queremos hacer.

El “lanchón” se detiene en pleno cruce de avenidas, a su conductor no le importan los bocinazos, solo quiere mirar el accidente y sacar su conclusiones de quien tuvo la culpa. Respiro profundo, y observo la escena del accidente: Un tico esta empotrado en un camioncito de carga. Hay más chismosos que, accidentados y policías juntos.

- Hay Diosito, ojala no allá pasado nada malo. Expresa el chofer como sintiendo algún dolor.
Es entonces que toda la acumulación de rabia contra los malos choferes aflora por mi boca con tal sinceridad, y en una lapidaria y blasfema frase: Lo malo de los accidentes, es que no se mueren los choferes… irresponsables. El silencio se perpetúa. El viejo chofer ni siquiera se atreve a mirarme y yo siento que mi cuerpo tiembla. Nadie habla el resto del viaje.


El colectivo se detiene (sobre el crucero peatonal), deja su carga y se marcha sin prisa. Sus ocupantes como en perfecta coreografía regresan a mirarme.