jueves, 25 de septiembre de 2008

INTIMA VANIDAD

Sobre la cama de Cristi, hay cuatro calzones. Los más sexis que tiene. Coge uno negro de encaje, con muchas victorias en su haber, pero que le valieron algunos rasguños; así que lo tira sobre los otros que ya desecho. Allí, debe haber por lo menos una docena.
Mira el de color blanco, pretina a la cadera y conejo de Playboy, bordado delicadamente en el mismo tono y lo desecha en el acto.
Nunca en su vida se había sentido tan insegura, al momento de escoger la ropa interior que llevara a una cita.
Modela el rojo frente al espejo que su madre le regalo, al cumplir 18 años. Se siente sexi. Gira despacio, como para no perder un detalle de cómo le queda el bendito calzón, arquea la cintura y sonríe orgullosa de su trasero; pero no lo aprueba para esa cita. Al parecer, piensa que la puede ver como una putita. La tanguita queda sobre el piso.
Toma el celeste turquesa, gira como una loca frente al espejo y le parece bien. Adelante cubre lo esencial y por atrás deja que sus nalgas se luzcan en todo su esplendor. Coge la ropa que separo antes de bañarse: una mini de jeans y un polo de tiritas. Ambos, muy juveniles.
Mira su reloj, un viejo despertador, que descansa sobre su velador derecho. Se viste tan rápido como puede. Se para frente al espejo y se maquilla hasta quedar satisfecha.
Escoge uno de sus perfumes y se aplica detrás de las orejas, en el cuello, en las muñecas, ligeramente entre los senos.
Fantasea un poco y sonríe maliciosa.
Se sienta al borde de la cama e intenta subirse la falda, pero le queda demasiado entallada; así que no puede. Se echa, se sume un poco para desabotonar con facilidad y se la quita. Apurada, Jalonea su calzón hasta hacerlo pasar sus caderas, luego lo desliza por sus muslos; Patalea un poco para ayudarse y finalmente logra liberar la pierna izquierda. Hecho un rollo, la tanguita queda en el pie derecho.
Coge el perfume, separa las piernas, inclina la cabeza y trata de observar su coqueta intimidad, más allá de lo que usualmente ve, pero no puede.
Cambia de posición.
Al través y frente al espejo, vuelve a separar las piernas, dobla las rodillas y las deja descansar ¡En el espejo la ve al detalle! Satisfecha, rocía un chorro más que generoso de perfume. Su intimidad se cubre de una densa neblina. Su lacio bello púbico en forma de corazón (tierna forma que le dio la naturaleza sin ayuda de la torturante depilación), queda cubierto de rocío y algunas gotas discurren hasta irrigar lugares vedados a su aroma. Cristi suelta el perfume y se cubre la boca desesperada, pues siente como si la mordieran con alfileres. Maldice su ocurrencia, y sale disparada hacia el baño.
El agua toca su enfebrecida piel, Cristi, se muerde los labios para no gritar, pero un “puta madre” adolorido, escapa de su boca.

martes, 5 de agosto de 2008

EL POLICIA INVISIBLE

No se si titular a esta columna: “El policía invisible” o “El síndrome de la avestruz” no se cual de los dos titulares les sea menos ofensivo (a ellos lógicamente). No se siquiera, si ellos leerán esta columna y peor aun, no se si este escrito, algún día será publicado.
Parecerá fantasioso el relato, pero es real; tan real como ver a un chofer de combi, colocar unas monedas bajo su licencia de conducir, para evitar una papeleta.
Todos los que fuimos testigos de este tipo de coimas (o por lo menos casi todos), miramos hacia un costado y uno que otro habrá dicho, “policías hambrientos” “sinvergüenzas”, etc., etc. Del chofer, del chofer no se dice nada, es mas, se le apaña la forma tan animal de conducir, como pasarse una luz roja, estacionarse sobre un crucero peatonal, recoger pasajeros donde les de la gana, Etc. Pero lo que siempre he visto que nunca se les apaña (como ya habrá adivinado), es no parar donde el pasajero quiere bajar. Los insultos no se harán esperar y van, desde un simple “chofer tenias que ser” hasta la recordación de su madre.
Mucho antes de que este caos se origine ¿será verdad? Seres humanos bien intencionados, decidieron vestir de uniforme a centenares de personas. Luego de una intensa preparación, los pusieron en las calles a controlar el transito.
Al principio se les respetaba y hasta se les admiraba, luego empezaron a ser temidos y poco después a ser “coimeados” y como es lógico, unos años después la COIMA tomo el control de las calles, y el caos se hizo.
Hoy los policías de transito, ante tanto conductor salvaje de taxis, combis, micros y también de vehículos particulares (hay que ver como están conduciendo estos últimos. Al parecer también se están uniendo al club de los chóferes de combi) han decidido hacerse invisibles; pero solo escondiendo la cabeza.
Están allí, pero nadie los nota, y tampoco hacen nada por hacerse notar. Es triste verlos en esa situación. Tan ignorados. ¡No quisiera estar en sus pellejos!
Son autoridades, pero nadie los respeta y menos el sujeto mofletudo, que conduce su flamante cuatro por cuatro al dar una vuelta en “U” en pleno cruce de las Av. América y Húsares. El uniformado, solo se limita a desviar su mirada hacia un costado. Lo único que le falta, es ponerse a silbar al mas puro estilo de comedia animada. No tiene ánimos, ni para poner una papeleta, al taxista, que esta a su lado y que conchudamente se ha estacionado sobre el crucero peatonal de la avenida América.
Miro por un momento al policía y este a comenzado a charlar por su celular. No se si de verdad este conversando con alguien o si solo esta haciendo la “finta” para justificar el no haber visto tanto atropello a los reglamentos de transito. Por ultimo, creo que más les interesa protegerse del sol, pues busca sombra, bajo los arboles que hay en la avenida.
La moto del efectivo policial, queda de vigía… El taxi se aleja, tan luego el semáforo de la avenida Húsares, cambia a luz ámbar; el de la Av. América aun no cambia a verde.

lunes, 21 de julio de 2008

OJOS NEGROS

Desde la ventana del microbús, la vi cruzar la pista. Llevaba el pelo peinado hacia atrás y recogido en una cola. No era alta, tampoco de proporciones llamativas; eso si, muy delicada. Abordo el bus y se sentó en el primer asiento que encontró desocupado. El resto del camino, mientras escuchaba gritar al cobrador, me mantuve atento a sus movimientos. Cejas negras, pobladas ligeramente; piel blanca, ojos negros y grandes.
En un determinado momento, debió sentir que alguien la miraba, pues giro unos treintaicinco grados a su derecha, enfoco donde su instinto femenino le indicaba, y me atrapo. Lo más probable es que tuviera la expresión de un perfecto idiota, sin capacidad para soportar, la frialdad de su negra mirada.
Veinte minutos después bajé del bus. Durante el tiempo que duro el parpadeo del semáforo, de rojo a verde, me mantuve parado en la vereda, mirándola disimuladamente a través del vidrio. El bus parte y sus grandes ojos que aun hoy recuerdo, desaparecen entre los buses destartalados.

Son las ocho y cuarenta y estoy a bordo de un microbús, observando en la misma dirección de ayer; voy en un asiento doble, en la primera fila. La cabeza del chofer me dificulta la visión, pero logro ubicarla; cruza la pista despreocupada, trepa el bus y se sienta a mi costado. Un aroma suave impregna mis fosas nasales y tengo deseos de acercarme a milímetros de su piel y olerla; pero no lo hago.
Se que va a mi lado, que se ha dando cuenta que la miro por el espejo retrovisor; puedo sentir su mirada, pero no me atrevo a enfrentarla. Observa mis manos sin ningún disimulo, luego mira las suyas; desliza su dedo pulgar sobre sus uñas y como si encontrase algo que le incomoda, procede a morderlas apasionadamente.
Bajo en la esquina de siempre. El quiosco exhibe los diarios. Mis ojos se apoderan de titulares y fotografías.

Una semana de vernos. Exactamente, eso era; Vernos… y nada más. Nunca una sonrisa, una palabra, una gesto… algo. Minutos más, minutos menos; Casi siempre era la misma hora.
Perdido en mí atolondrado mundo, cada vez más conflictivo, a veces, olvidaba que en esa esquina subiría. Cuando volvía a la realidad estaba a mi costado o mirándome desde el lugar en el que se encontraba. Cruzábamos miradas.
Nunca la vi en la parte de atrás, siempre escogía los primeros asientos y si no estaban libres iba de pie, aun cuando en la parte posterior sobraban. A veces me sorprendía mirándola, entonces clavaba sus negros ojos en los míos y en ese momento me sentía un pedazo de hierro frente a un imán. Cuando compartíamos el mismo asiento, su aroma, calmaba mis ansias.


¿Cuantos viajes habremos hecho juntos? ¿cuantas veces habremos cruzado miradas sin emociones aparentes? ¿Qué tanto habrá roído sus uñas en todo este tiempo… que ya es mucho?… ¿hasta cuando seguiré alimentándome de su perfume y admirando sus grandes ojos negros?

Ahí viene otra vez, trae los brazos cruzados como si se abrigase. Esta reluciente como siempre. Se me pierde unos segundos al pasar delante del microbús, luego aparece en la puerta, se agarra al pasamano y sube. Dos lágrimas van corriendo en su blanca piel. Se sienta a mi costado y al hacerlo rosa mi brazo con el suyo; esta calentita. No puedo evitar mirarla con cariño.
Seca su dolor con un trozo de papel higiénico.
Es extraño, pero no puedo evitar sentirme padre, pese a que aun no lo soy, y pese a que quisiera decirle: ¿Te ayudo en algo? Las palabras no llegan a tomar forma; solo siento un martilleo en mi pecho.
Veo al cobrador colgado del estribo, gesticulando con energía; pero sus palabras no son audibles para mí. Lo único que escucho es el latir del corazón herido que va a mi costado. Llora sin agachar la cabeza, sin llanto, sin suspirar… sin embargo, sus lágrimas corren como un rio lavando su ligero maquillaje. Inconscientemente, abro un pack de toallitas de papel que siempre cargo y le ofrezco; coge una, me mira y agradece con voz apenas audible. Aquellos ojos negros en esos brevísimos segundos, proyectaron un cuerpo vacio. Allí ni el dolor podría ser causa de temor.
El microbús se detiene en la misma esquina. Coloco en sus manos el resto de toallitas. Me mira intentando ponerle algo de agradecimiento a su mirada, pero solo queda en eso; en intento. Verla en ese estado me provoca depositar un beso en su frente y secar sus lágrimas. Me incorporo sin querer pues quiero continuar el viaje pero la puta rutina me pone de pie.
Repaso los titulares de los diarios, colgados como si se tratase de ropa puesta al sol.

El microbús esta vacio, el chofer se desespera, el cobrador, llama con su extraño modo de entonar las palabras que a veces no logro entender. Las ruedas giran y el asfalto cruje. Me sobresalto, pero sigo mirando a través de la ventana en espera de que ella aparezca.
Una combi frena bruscamente y se detiene a escasos centímetros del microbús en el que voy. El chofer no se da por enterado y sigue avanzando hasta cruzar la avenida. Mi cuello gira, mis ojos la buscan; pero la polvorienta calle no la tiene entre sus caminantes. Los taxistas demuelen los oídos con sus claxon. La distancia aumenta mi campo visual, pero disminuye la definición de su imagen, si apareciera. El cobrador cierra la puerta al divisar la moto de un policía de transito. Una chica se sienta a mi costado, huele mal para ser la ocho y media de la mañana. Pisan mis zapatillas, pero no escucho disculpas. Estoy a punto de explotar.
La misma esquina, el mismo semáforo, el mismo kiosco de periódicos, las mismas palabras: ¡bajan esquina! y hasta podría decir, la misma cantidad de pasos entre las gradas del vehículo y la acera.
Llovizna ligeramente.
Me abro paso entre las personas que esperan su microbús y allí esta. Me acerco despacio. Todo va desapareciendo. El aire deja de fluir en mis pulmones y toso desesperadamente. Me paro frente a ella. Su piel blanca, hoy Luce pálida; sus grandes ojos negros están a medio cerrar y su mano derecha, ejecuta un vano intento por aflojar la cuerda que rodea su estilizado cuello.
El aire sacude el diario que sin piedad a puesto su fotografía. Una señora se persigna, toca el diario y se marcha.

jueves, 3 de julio de 2008

SEGURO SOCIAL, A MAS MALES, MAS OPCIONES

Cuando a fin de mes, vez menos dinero al recibir tu sueldo, debido al pago de tu seguro social, te dices ¡Vale la pena! En cualquier momento lo puedes necesitar, y entonces todo será resarcido.
Hasta que llega el vendito momento, aunque debería ser el maldito momento, por que les aseguro que llegado ese día, empezaras a lamentar tener un seguro social.
Para empezar tendrás que madrugar y cuando hablo de madrugar quiere decir 4 a.m. Sea invierno o verano, joven o adulto, con dolores o sin ellos. Permanecer en una cola por mas de 3 horas, y si tienes suerte encontraras un cupo para ser atendido del mal que padeces y si no ¡piña! Tendrás que tomar la especialidad que sobra, pues no vas ha hacer cola por las puras.
Son más de las 7 a.m. Y por fin obtengo la cita. Tengo una dolencia en la columna, pero pasare oftalmología.
La cita es para las 11 del mismo día y no se si esperar o regresar a esa hora. Observo mi reloj. Las ocho. El medico debería estar allí, pero… para variar, aun no llega.
Media hora después asoma una señora rolliza vestida de blanco y comienza a recibir los tickets. (Debo ser el sexto). Cierra la puerta no sin antes decir que el “doctor” en unos minutos mas atenderá (cuando escucho “doctor”, me pregunto si habrá hecho algún doctorado para llamarlo así.). En fin… tendré que esperar.
Ya cerca de las nueve empiezan a desfilar los pacientes. A la velocidad con la que salen creo que en una hora más, estaré en mi trabajo ¡Calculo mal! No contaba con los recomendados.
Cerca de las 12 me atienden ¡Al fin! Pienso mientras paso al consultorio, que esta inundado de olor a transpiración. El bendito medico ni siquiera me mira y menos responde mi saludo. Desde su posición pregunta que me pasa. Le explico al detalle mi dolencia. Coge su recetario y garabatea algo sobre la primera hoja - Aplíquese estas gotas cada vez que le arda - Me dice, como si le fastidiara atender. Levanta la mirada y recién allí se da cuenta del enorme terigio.
Al salir, pensaba que lo más sensato hubiese sido ir a una farmacia y pedir gotas para desinflamar mis ojos y unas pastillas o frotación para el dolor de cintura y así haberme ahorrado las 8 horas que perdí. Me preguntaba también si había sido un medico el que me atendió (si a eso se le puede llamar atención) ¿o era un farmacéutico?
Sabrán estos médicos que el sueldo que reciben, se los pagamos nosotros, y por lo tanto son nuestros empleados… Seguramente si, pero definitivamente, las vacas, la tienen bien grande.

jueves, 22 de mayo de 2008

Una laguna para Sara


Miranda ha salido con sus amigas. Sara, su hermana se ha quedado en la habitación, también a quedado allí uno de sus celulares.
Sara no sabe por donde empezara a husmear. Lo hace siempre que Miranda sale. Es su pasatiempo favorito. Claro, Miranda no lo sabe, pues Sara siempre deja las cosas tal y como las encuentra.
El móvil timbra, Sara lo mira y por el tono, sabe que es un mensaje. La curiosidad hace que tome el celular, lo contemple unos segundos, mientras decide si lee o no.
La sorpresa es tan grande que su cara se torna roja. No puede creer que su “hermanita” reciba ese tipo de mensajes. Quiere dejar de leer, pero ante la explicites de lo narrado no puede; como tampoco puede evitar que su fluido sanguíneo aumente y eso la asusta.
El mensaje describe una parte del cuerpo de Miranda al milímetro y la glorifica en aromas texturas y sabores, Sara no deja de leer una y otra vez el mensaje. Le gustaría que fuese para ella y que su pareja en algún momento le hubiese dicho algo parecido.
Lo borro… o no lo borro, se pregunta una y otra vez, sin saber que hacer. Si no lo borra, su hermana sabrá que ella lee sus mensajes y eso será peor, pues ambas estarían avergonzadas, así que decide borrarlo, pero antes vuelve a leerlo y mientras lo hace, juega con los músculos de su bajo vientre. Su imaginación fluye.
Minutos después, deja el móvil en el mismo lugar y en la misma posición, y se retira.
Al día siguiente, Sara ingresa en la habitación de Miranda. Quiere saber si el mensaje era un error o si realmente era para su hermana. La curiosidad o las hormonas la impulsan a ello.
Aun dormida en posición fetal, cubierta por una vaporosa sabana y con el rostro cubierto por una maraña de pelos, Miranda siente que la zarandean suavemente. Habré un ojo con las justas y trata de ver quien interrumpe su sueño.
- ¡como jodes! Le grita sin ganas y vuelve a acurrucarse.
Sara no desiste hasta verla sentada al borde de la cama. Aun adormilada, Miranda se saca las legañas y se limpia en el polo de su hermana, acto seguido suelta una carcajada.
- ! Que cochina! Protesta Sara.
Sin enojarse, y mientras le toma el cabello para peinarlo, pregunta como le fue en la noche, Miranda, le dice que muy bien, que se bacilo hasta las tres de la mañana y que por eso no es justo que este despierta a esa hora.
- … no seas haragana, ya es un cuarto para la una y tenemos que salir a comer. Hace una pausa y sin darle importancia agrega.
- …Antes que lo olvide. Ayer te llego un mensaje a ese teléfono. Señala el móvil que esta en el mismo lugar y en la misma posición que lo dejo su hermana.
Miranda la mira con desconfianza.
- ¿Seguro ya lo leíste?
Sara no responde, por lo que Miranda asume que efectivamente su querida hermana ha leído el bendito mensaje.
- ¿y que decía?
Sara se ruboriza, pero no deja de peinarla.
- Hablaba de tonterías… así que lo borre.
Miranda se sobresalta, sabe a que llama “tonterías” su hermana y también sabe quien puede escribirle esas “tonterías” que tanto le gustan.
- ¿Pero no recuerdas que decía, o de que hablaba? Miranda, sabe que su hermana jamás repetiría esas palabras que, sólo “El Cuarentón” sabe escribirle.
- No. Pero… ¿no conoces este número? Indaga, mostrándole un Post it amarillo, en el que a registrado el numero.
Miranda lo mira y cínicamente le dice.
- ¡no!,
- ¿Estas segura?
- ¡Totalmente manita!
Sara, dobla el papelito, lo guarda en el bolsillo posterior de su pantalón y se retira sonriente, meneando su enorme trasero. Miranda, le envidia sanamente, esa parte de su cuerpo.
- Te espero abajo. Le dice antes de cerrar la puerta
Miranda, se deja caer boca abajo, con los brazos extendidos como si intentara abrazar su colchón y en esa cómoda posición agradece infinitamente no haber grabado ese número en la agenda de su celular.

lunes, 21 de abril de 2008

CAGONCITO

- La sonda se ha roto.
Es lo primero que me dice el medico, un poco dramático como para asustarme y sin darme tiempo a responderle, concluye muy arrogante.- En este hospital, no hay instrumental para retirarla en ese estado. Por lo tanto, le “sugiero” trasladarlo a ¡Mi Clínica! Mi turno termina en media hora, así que de una vez, llévelo.
Lo que el llama clínica, con tanta arrogancia, es una simple casa, pintada de color celeste; tan huachafa como el rotulo con nombre francés. Me acerco hacia la chica, que funge de recepcionista, tras un roído escritorio y le explico el motivo de mi presencia.
- Ok. Son 60 soles.Cancelo y pido mi comprobante de pago.
- No tenemos. Responde muy suelta de huesos.
- Entonces como se que lo atenderán.
- No se preocupe - me dice desganada - así trabajamos acá.
Quisiera mandarla a la mierda, por ser cómplice de tanta bajeza, pero al ver la cara de mi tío, desisto.
Mientras espero, observo las descoloridas fotos del medico, en algún añejo paseo por Francia. Sus marcos baratos y anticuados aun conservan un poco del dorado pan de oro.
Cuando llega me hacen pasar a su privado. ¡ Es peor que la sala !
- Ya pagaste - me pregunta como todo un buitre. Le respondo afirmativamente, sin quitar mis ojos de la manchas en el papel colomural de las paredes.
Ya no es el soberbio del hospital, ahora se aniña e intenta justificarse hablando de lo mal que esta el sector salud; pero calla al darse cuenta que estoy ignorándolo y se sobresalta al no escuchar que le diga ¡doctor! como a el tanto le gusta. Sabe que lo estoy viendo, como un simple "cagoncito" y quisiera votarme, lo se, pero piensa en los sesenta soles, que devolverá y se traga su orgullo.
El primer contacto que tuve con el “cagoncito” se dio unas semanas atrás yo diría que tres, no tengo muy clara esa fecha, ese día me entrego una lista de medicamentos, necesarios para la operación. Ese día también busque al “Doctor Loco”, un amigo medico; pero que ¡ama la publicidad! Para que me oriente.
- ¡Es el doble de lo necesario! Expresa al ojear la lista. Se rasca la cabeza y alborota los cuatro rulos que le caen por la frente y sin el tono de “cacha” que lo caracteriza me aconseja comprar todo.
- Ese colega es jodido, de cualquier cosa se agarra para no operar. Te recomiendo, en todo caso, tengas un sencillo a la mano !Por si las moscas!
No se cuantos minutos han pasado desde que ingreso el doctor ha operar, pero me parece una eternidad. Cuando lo veo aparecer, me abalanzo en busca de información.
- Como salió de la operación doctor.
- Que operación. -Me responde súper enojado. - No han cumplido con mi receta.
- Pero he comprado todo lo que ha pedido.
- Pero la sangre no.
Le explico que la señorita que atiende en el bendito banco de sangre no quiso vendérmela, aduciendo que no era necesaria, pues en la sala de operaciones siempre hay disponible y que los médicos que operan si la necesitan la toman; la explicación lejos de calmarlo lo enfada aun más y me dice que ya no operara. Entonces recuerdo las palabras del “Medico Loco”… Si se pone jodido, cháncale un sencillo y se tranquiliza.
Con casi 300 soles en el bolsillo, el “ca gon ci to” se olvida de la sangre y regresa a operar.
Al día siguiente del incidente con la sonda pude hablar con el entonces director regional de salud.
- ¡Que lo denuncie! - me dice indignado o al menos aparenta estarlo - ese tipo ya tiene muchas quejas, si lo hacen, ¡Lo voto!
Mi tío, ya sin huevos (literalmente hablando) no quiso hacer la denuncia, tenía miedo que los colegas del “cagoncito” cerraran filas en su defensa, se pasaran la voz y tomaran venganza. Creo que hasta imaginaba su foto, colgada en los consultorios (al estilo viejo oeste) con una frase en la parte inferior, que decía: ¡CASTIGUEN AL TIRA DEDO!

jueves, 3 de abril de 2008

Ni superman.Fujimori

L a sonrisa característica del ex Presidente Alberto Fujimori, que siempre vi en la televisión (Durante sus mandatos), nunca apareció, aquel domingo, excesivamente soleado.

La combi que habíamos tomado en el cruce da Cajamarca y que nos llevaría a Tembladera, para luego de almorzar, tomar otro vehículo (probablemente otra combi) que nos transportara a Chilete, allí, esperaríamos cualquier vehículo (el que pasara primero), para que nos lleve a la provincia de San Pablo, cuna de la cultura Kuntur Wasi. Nuestro destino final y al que nunca llegamos.
La combi no se detiene en al trayecto y desde la ventana, Trato de grabar algunas imágenes de la represa Gallito Ciego. Esta ha sobrepasado sus limites de almacenamiento y ahora expulsa el agua por el rebose, en grandes cantidades. El resto del viaje, nos acompaña una inmensa masa de agua embalsada entre los cerros. Por momentos parece una devastadora inundación, pues emergen de las aguas, techos y copas de arboles.
Felipe, compañero de viaje y conocedor de la ruta, me indica que ya estamos cerca de Tembladera, y señala con su mano derecha unas palmeras; exactamente las copas, pues el resto de ellas permanece bajo el agua.
- Este es el restaurante. Me dice Felipe, mostrándome una casa amarilla, decorada con rombos de cemento salpicado, color marrón oscuro.
Tan luego como desciendo las gradas hacia el interior de la casa, me dirijo hacia la ventana, por la cual se apreciaban las palmeras con el agua hasta las copas. Me posiciono pegado a ella y empiezo a grabar. En ese instante ciento una mano sobre el hombro y una voz casi pegada a mi cara, pide que me retire. Hago como que no escucho y continúo grabando. Por segunda vez escucho el pedido de retirarme y ya un poco irritado volteo para encarar a quien intenta desalojarme. El sujeto que tengo a mi costado, es demasiado grande y robusto, calza borceguís negros, lleva una pistola (muy grande) colgada a su cintura, polo azul y en lugar de pelo, parece que tiene púas.
- Por favor. Me dice y señala el camino por donde ingrese. Me retiro sin responderle nada y sin mirar atrás, pero se que camina tras de mi.
Felipe tiene cara de asustado, y observa en dirección a la ventana por donde el mozo recibe los platos de comida. Coloco la cámara sobre la mesa, jalo una silla, y me siento.
- Creo que hay terroristas. Le digo bajando la voz. En un primer momento no me responde, pero luego me dice
- Mira para la cocina. Despacio, como quien no quiere la cosa, observo en esa dirección. Hay un militar, viste uniforme camuflado y hace las veces del cocinero.
- Debe haber alguna autoridad importante por acá. Conjetura Felipe, que ya se había percatado de las cámaras sobre una de las mesas y junto a ellas, un grupo de periodistas devoraban sus almuerzos.
- ¿Por que te sacaron? Me pregunta.
- No se. Le respondo.
Felipe, husmea en varias direcciones.
-¡Es Fujimori!, me dice sonriendo.
- ¿dónde? Inquiero.
- Al lado de la ventana. Donde estuviste grabando. Me indica.
Efectivamente, era Fujimori y lo acompañaban en la mesa un grupo de de seis u ocho personas.
Almorzamos apurados, pues fuimos los últimos en ser atendidos (fuimos los últimos en llegar) y corremos, para treparnos a las camionetas, donde van los periodistas.
Cámara en mano y a paso rápido me acerco hasta donde esta Fujimori y toda su comitiva. Hay una retroexcavadora limpiado y reforzando un puente que se ubica en el centro del pueblo. El cause esta seco, pero lleno de basura. Por allí solo discurre agua cuando hay exceso de lluvias; pero lo que me llama la atención, es el tipo de camisa blanca que palanea con la destreza de un peón. Es Absalón Vásquez, El Ministro de Agricultura.
Nadie registra esas imágenes. Todos están atentos a Fujimori y Fujimori esta atento a los trabajos, callado y sin sonreír, con esa mirada inquisidora, que en la tele, no se ve.
Como salimos temprano de Trujillo, no tuvimos tiempo de enterarnos por los noticieros, que la crecida del rio Jequetepeque, había partido la carretera en dos, interrumpiendo el transito hacia Cajamarca, en ambos sentidos.
El rio, esta al tope y parado en su orilla siento la fuerza de la corriente. Me atemoriza un poco, pero me quedo allí tratando de mirar la magnitud del daño.
Fujimori viste su característico polo naranja, sus inseparables anteojos y una gorrita que no sirva de nada, ante la fiereza del sol. Se nota impaciente, consulta su reloj de rato en rato, mientras un viejo Caterpillar intenta ganarle espacio al rio.
Algunos periodistas se quedaron en el pueblo guareciéndose del sol en alguna bodega, otros tantos han seguido a Fujimori hasta el rio. Dos enormes sauces, los cobija bajo su sombra.
Parado sobre una pequeña elevación de tierra y ya sin grabar me preguntaba dos cosas. ¿Porqué El Chino seguía parado bajo pleno sol?, teniendo una camioneta con aire acondicionado, donde estaría cómodo y la otra pregunta era ¿Dónde esta su sonrisa, conquistadora de masas?
Fujimori, desaparece de la escena, solo queda el polvo que deja la enorme camioneta negra, en su loca carrera. Su seguridad, desorientada por la modorra, corren tras de ella. Los periodistas ríen. La tensión cede.
El sol esta amainando y la maquinaria ha empezado a llegar, pero ni eso arranca una sonrisa al presidente. Se mantiene en pie, observando a uno de los operadores, que intenta bajar su unidad, de la plataforma del tráiler. No puede. Los nervios traicionan al operador.
Esa tarde, el sol muere tras los dos frondosos sauces. Felipe y yo tomamos una combi de regreso. Fujimori se queda, y con El todos los periodistas. Los soldados, que minutos antes llegaron en camiones porta tropas, se organizan. Saben que la noche será larga. Aun así, sonríen.
Por la noche prendo la Tele, mi padre esta a mi costado, es un fiel seguidor de los noticieros y siempre que estoy en casa, nos tragamos esa hora de desgracias, como si fuésemos dos adictos (afortunadamente, ya deje ese vicio) Mamá, hace sonar las ollas y Papá me repite lo de siempre - Esta “negrita” nunca puede estar quieta - y acto seguido la llama, avisándole que ya empezó el noticiero. Mamá aparece justo cuando Fujimori va a declarar.
-¡Ve! El Chino Cojinova. Nos dice sonriendo. Parafraseando la expresión que la abuela María (su madre) Utilizaba para referirse a Fujimori.
Lo que Fujimori dice ante cámaras, me deja atónito. Prácticamente promete que para el día siguiente la vía estará reabierta al transito. Lo único que se me pasa por la cabeza en ese rato es: ¡este huevón esta loco! Ni Superman reabre esa carretera para mañana. Recuerdo el lugar donde antes estuvo la carretera, como para convencerme de que es posible hacer lo que esta diciendo, pero solo veo agua y cerros, y me ratifico en lo que pienso.
Al día siguiente, tan pronto como despierto prendo la tele para ver el noticiero (Maldito habito de aquella época)… Un padre que violó a su hija, una boda canina, un linchamiento a una regordeta mujer, a la que tratan de arrebatarle el calzón. Única prenda que le queda encima… El presentador del noticiero, antes de mandar a comerciales se apresura en decir: Tras la pausa, toda la información sobre la reapertura de la carretera a Cajamarca. Regresamos con las imágenes. ¡No se mueva!
Preguntándome como lo hicieron, y dudando de la información, voy pasando de canal en canal, pero todos me confirman la reapertura de la vía.

viernes, 28 de marzo de 2008

ENTRE TIAS Y CALABAZAS

JULIO / JUEVES 26
Son las nueve de la mañana y acabo de llegar a la oficina; - no se para que, no hay nada que hacer- conecto la computadora, el teléfono suena, dejo que timbre dos veces y respondo; es la voz de Coca, la noto medio angustiada.
Pregunta si averigüe lo que me encargo. Trago saliva, no se como darle esa noticia, quiero esconder esa información hasta tener una tercera opinión. Ella desespera por mi silencio y pregunta si me pasa algo, le digo que no, pero que si tengo la información y le suelto la bomba. La angustia no me deja mentir.
Le explico el por que y asumo mi culpa, se quiebra y ahora es ella la que hace silencio. Quiero que me trague la tierra. ¡No se que decirle! Coca sale de su silencio y lo primero que me dice es: Irresponsable, si no tenías plata, por que no me lo dijiste… Niego esa verdad y entupidamente le digo que llegue tarde al banco. No me atrevo a decirle que el dinero escasea y que estuve tentado de pedirle ayuda; pero que cada vez que hablaba con ella siempre la encontraba deprimida, triste o molesta, en esas condiciones no podía ponerle mas peso a su carga.
Coca sigue hablando, esta totalmente decepcionada, cada palabra que sale de su boca es un reproche. Es el tono más que la forma. Finalmente, me aferro a la última esperanza que me queda y le explico que en ese momento me disponía ir al banco para despejar todas mis dudas con alguien más competente.- Espero encontrar una o uno - También le comento que en la pagina web del banco la sanción que nos han impuesto no existe, se que no me cree, pero me dice que lo averigüe y que le llame tan pronto tenga toda la información y se despide.

JULIO / LUNES 23
Soy culpable… Tres días antes. Dos de la tarde en el banco, estoy frente a una calabaza con pinta de intelectual y me informa que la deuda pasa los 5,500. Como siempre están distraídas y peor aun no hay personal I D O N E O que pueda apoyarla con datos puntuales y solo le pregunta al imbécil que se le acerca - debe ser su superior - y el corrobora lo dicho por ella, salgo feliz y hago feliz a Coca; pero le digo que falta averiguar otros datos.
Al día siguiente, voy a la oficina central del banco; la que me atiende esta mejor, tiene un poco mas de información y con aires de sabihonda, me deja helado con lo que me dice.
- Usted tiene dos deudas señor. Le digo que no, que yo tengo solo una.
Me mira intrigada, coge el teléfono y pide ayuda. Espero en silencio, pero atento a sus movimientos.
Cuelga, me mira segura de lo que me va decir (taradas de mierdas. Incluyo a su asesora) y me dice que la otra deuda es por haberme retrasado un día en el pago de la cuota. Me retiro con al animo en los zapatos, tratando de pensar en una solución, llego a la oficina, chequeo la pagina web del banco y me da una esperanza; pero prefiero no creer nada. Por la noche no puedo dormir, solo doy vueltas esperando el amanecer, tan lejano, como que el banco me perdone ese día de retraso.
Amanece, voy a la oficina, conecto la computadora, suena el teléfono, dejo que timbre dos veces. Es Coca.

JULIO / JUEVES 26
Esta vez voy al mismo lugar donde obtuve la deuda, allí solo hay una dama, esta me cae mal a primera impresión, la tía es un pulpo, mientras me escucha o finge escucharme, habla por teléfono, firma papeles se levanta, escanea, imprime, …
¡Me esta sacando de quicio!… por fin se dirige a mi y me llama por otro nombre, le digo que ese no es mi nombre; se apresta a refutarme pero entiende que se ha equivocado…
¡Vieja de mierda, claro que te has equivocado, ese no soy yo!. Quiero gritarle.
Verifica los datos en su monitor, lee mi nombre y procede a explicar el por que de las dos deudas.
¡Por fin me libero de mi pecado!
Ahora se que el aumento de la deuda, solo se debe a una penalidad por pago de deuda adelantada; así que el bono del buen pagador lo perderemos. No se si este retorne al estado o si el banco se queda con el; pero ya no tengo ganas de decirle que tiene un culo muy pequeño para su tamaño.

Le consulto sobre el levantamiento de hipoteca y me dice que eso no sabe; pero me da un numero de teléfono al que debo llamar, así que llamo, la que me atiende además de ser tarada es haragana le explico lo que necesito saber y me dice que solo me puede dar el monto total mas no otros datos… reviento y grito, le digo que en ese banco solo hay gente INCOMPETENTE, me responde con aplomo, preguntándome como la he tildado y como es lógico, vuelvo a recordarle su nombre, es decir I M C O M P E T E N T E. Se desinfla, pero no pierde la compostura y segundos después, es una gata mimosa.

jueves, 13 de marzo de 2008

Viejo Burro, Cansado

Tomar un microbús a la volada, en cualquiera de las rutas urbanas, es rutinario. Es parte de la vida, de aquellos que no tenemos un vehiculo y resignados, la mayoría o a regañadientes, algunos, terminamos usando este destartalado servicio.
Casi se diría que el usuario ha perdido hasta la capacidad de reclamar. Actitud necesaria para hacer valer nuestros derechos. Casi nadie se asombra de las maniobras suicidas de los conductores por ganarse un pasajero, de las frenadas bruscas que terminan por estrellarte con la parte posterior de los asientos, de las groserías y bravuconeadas de los cobradores y chóferes, unidos para intimidar, sin respetar edad, sexo o estado del que reclama. Pare ellos, todos son iguales a ELLOS, es decir ANIMALES, Y bajo ese concepto, actúan libres de toda conciencia, impulsados solo por el instinto.
Ganarse un pasajero sin importar atropellar, chocar o burlar una señal de transito es uno de de sus objetivos y en eso perseveran hasta cumplirlo.
Hasta aquí, nada es sorprendente, para todos aquellos que a diario, hacemos uso de este desagradable servicio. Hasta dirán que de vez en cuando han visto a un chofer de combi conducir con una mano mientras con la otra abraza a una fémina… ja ja ja ja sintiéndose lo máximo, mientras ella va recabando lo cobrado.
Pero usted se imagina, tomar un microbús ¡ojo! digo microbús, no combi, con dirección a Huanchaco, (tampoco es que se espere un viaje placentero) y después de haber pasado, por todas las torturas antes mencionadas y de haber escuchado gritar al cobrador su ruta, hasta romperte los nervios, se detenga en un grifo a surtir de combustible la unidad (eso tampoco es novedad) pero que tenga, la boca del tanque de combustible dentro del bus y cerca de tus zapatos ¡Es una conchudes total!
Luego de unos minutos continuamos el recorrido, como es “lógico” (para ellos) a mayor velocidad por los minutos que perdió. La carrocería por ratos parece que se desprenderá, así que medio paranoico, voy evaluando los crujidos y preparando mi posible ruta de escape.
Olvidaba mencionar a las dos “amiguitas” que iban de acompañantes del chofer y el cobrador. Todo el tramo una de ellas se mantuvo recostada cerca al chofer, al mas puro estilo caricaturesco de vaca sexi, la misma, que al sentir el aroma de los picarones al llegar a la altura del nuevo mirador turístico, no dudo en pedir dinero (sin roche y en voz alta) para saciar su inmenso apetito. Solícito, el chofer detuvo el vehiculo, “cajonio” los pasajes, y ellas bajaron riendo. Los dos “giles” hicieron silencio ante las miradas burlonas de los pasajeros y se dispusieron a esperarlas, paso un minuto, dos…. tres…. y colmo la paciencia. ¡Hey!….!chofer!, hasta que hora vamos a esperar. Medios matoncitos regresaron a mirar, creo que esperaban intimidarnos, pero esta vez, todos se unieron al reclamo, así que, como un viejo burro cansado, el chofer agacho la cabeza, maniobro la inmensa palanca de cambios y muy lentamente puso el bus en movimiento, como esperando que su “conquista” apareciera, siempre atento al espejo retrovisor y probablemente recordando a nuestras guerreras y bellas madres. !Contra! Por la dudas.